miércoles, 14 de octubre de 2015

La vida adulta de Adrián y Gonzalo, miembros de Astrapace de Zarandona

El periódico La Verdad, narra en un la siguiente noticia que reproducimos a continuación, la vida independiente de dos miembros del centro Astrapace de Zarandona.

Adrián López y Gonzalo Martín no han parado hoy un minuto. Acaban de llegar a casa después de una hora de pesas y ejercicio en un gimnasio del barrio -«ha sido nuestro primer día, nos acabamos de apuntar», aclaran-, y ahora toca hacer la cena. Gonzalo baja a comprar tomates y pan a una tienda cercana, no sin antes echar mano del monedero, mientras Adrián repasa el menú: «Esta noche toca hamburguesas con queso y ensalada». La pla
nificación es la clave en este piso tutelado que Astrapace puso en marcha el pasado mes de enero con el objetivo de que jóvenes con parálisis cerebral -aunque el proyecto se amplía a chicos con algún grado de discapacidad intelectual- lleguen a ser personas autónomas, capaces de vivir en un futuro de manera independiente. «Tengo 24 años y siempre había estado con mis padres hasta que llegué a este piso. He aprendido muchas cosas. Para el futuro me gustaría tener novia y vivir con ella, o con amigos. Y también tener un trabajo», confiesa Adrián.

De momento, aprende a valerse por sí mismo en el piso, al tiempo que se forma en el vivero que Astrapace creó en el centro de día de Zarandona hace ya algunos años. Allí también trabaja ahora Gonzalo, de 26 años, después de haber pasado por unas prácticas en Ikea.

El despertador suena muy temprano en este apartamento, situado en pleno centro de Murcia, junto a la iglesia del padre Joseíco. «A las siete menos cuarto ya tengo los ojos abiertos como un búho», confiesa Gonzalo. Se ducha y desayuna. Necesita su tiempo, porque la parálisis cerebral que sufre desde que nació -le faltó oxígeno durante el parto- le ha restado movilidad en la parte derecha de su cuerpo. A las ocho y media, los dos compañeros -ahora ya también amigos- cogen un autobús de Astrapace que los lleva hasta el centro de día de Zarandona.


La mañana la pasan entre plantas, en el vivero. El trabajo les motiva y les ayuda a responsabilizarse. Allí comen, y sobre las seis de la tarde vuelven a casa.


Reparto de tareas


Toca entonces limpiar, comprar y cocinar. Lo hacen bajo la supervisión de Javier Requena, un trabajador social que interviene lo mínimo posible. «Se trata de recordarles las tareas, pero las tienen que hacer ellos. El lunes escriben la lista de la compra y planifican las cenas de toda la semana; ellos deciden lo que compran y lo que van a comer», explica. En el salón, en un corcho, se cuelga el reparto de tareas para que a nadie se le olviden.

Gonzalo ha regresado con la compra. Ha ido solo, sin el trabajador social. Los tenderos de la zona ya les conocen. Los chicos se mueven por el barrio como pez en el agua, algo que también ocurre en la cocina. Adrián corta con brío la cebolla y los tomates. «Mi madre es cocinera, así que algo sabía, pero aquí he aprendido muchas cosas, por ejemplo a hacer lentejas», cuenta orgulloso mientras completa una vistosa ensalada de 'perdices' de lechuga y tomate que hace la boca agua. «Le he echado pimienta, orégano, de todo», detalla. Es el rey de las ensaladas, todo un creativo. Las hamburguesas le tocan a Gonzalo. «La verdad es que antes no sabía hacer ni un huevo frito», admite. «Pero ahora la tortilla francesa me sale muy buena», apostilla con orgullo.


Todo en orden


Si la cocina es un reto, también lo es mantener el piso limpio y en orden. Hoy huele a productos de limpieza. «Es que sabíamos que veníais», bromean. En el piso hay cuatro plazas, aunque a día de hoy solo hay tres inquilinos. Pero Adrián y Gonzalo se encargan esta tarde de todo, porque a su tercer compañero las cámaras no le gustan y se ha ido discretamente a su cuarto. Es su decisión, y al trabajador social no se le pasa por la cabeza intentar convencerlo de lo contrario. Aquí se les trata como lo que ya son, adultos.

«Con la convivencia a veces hay roces -admiten-, pero nos llevamos muy bien, nos hemos hecho amigos». Adrián y Gonzalo comparten trabajo en el vivero, tareas del hogar en el piso, y también ratos de ocio. «Después de cenar vemos un poco la tele o jugamos a la 'play'. A mí me gustan las películas de acción», cuenta Adrián. También le apasiona el fútbol. «Juego de central; me gusta luchar y me gusta ganar», advierte. Espíritu de superación no le falta. Está dispuesto a ganar también esta otra partida, en la que se juega convertirse en un adulto capaz de tomar sus propias decisiones.

Las obligaciones diarias se relajan los fines de semana. No hay que ir al vivero, así que disponen de más tiempo libre. «Una vez al mes voy a casa de mis padres, pero el resto de sábados y domingos los paso aquí, con mis compañeros», aclara Gonzalo. Paseo, deporte, y también algo de marcha. «A veces vamos a un bar del centro, donde conocemos al dueño. ¡Cómo está la camarera!», bromea Adrián, entre risas. «Yo no bebo alcohol, ¿eh?», aclara su compañero, con guasa.


«En casa no me preocupaba»


A veces echan de menos a la familia, pero son felices. «En casa no me preocupaba de nada. Si tiraba algo al suelo no lo recogía. Aquí no puedo hacerlo, claro, porque el que lo recoge soy yo», confiesa Gonzalo. Si para ellos en ocasiones resulta difícil la separación, no lo es menos para sus familias. «Los padres y sus hermanos han estado siempre pendientes de ellos», recuerda Javier Requena, el trabajador social. «Antes mi madre me llamaba siempre, pero ahora hablamos ya un día sí y otro no», relata Gonzalo. «Estuvo aquí para ver el piso, pero no ha vuelto», explica.

Adrián y Gonzalo llevan en el apartamento desde el mes de enero, cuando Astrapace puso en marcha este proyecto, que está dando muy buenos resultados. Cada tres meses, los trabajadores sociales valoran su evolución y se decide, con las familias, si los chicos continúan en el apartamento. Por ahora, aquí siguen. «Tengo novia -revela Gonzalo- y quiero que se dé cuenta de que soy capaz de valerme por mí mismo. Me gustaría vivir con ella en el futuro, en nuestra propia casa». Ella también es usuaria de Astrapace, aunque su grado de discapacidad es menor.

«Lo que tengo claro es que quiero ser independiente», resume Gonzalo. Ahora que han aprendido a volar, no están dispuestos a no usar las alas.


Algunas claves


La parálisis cerebral es una de las causas más frecuentes de discapacidad motórica, y la más habitual en niños.Aproximadamente una de cada 500 personas sufre parálisis cerebral.

Se calcula que en España hay unos 120.000 afectados. En la Región, Astrapace atiende a 101 personas con parálisis cerebral. Es la única asociación con un centro específico para los afectados en Murcia.

El 94% de las personas con parálisis cerebral adquirieron discapacidad en el seno materno o durante el parto.Al 6% restante le sobrevino la parálisis cerebral durante sus primeros años de vida.

Los afectados por parálisis cerebral necesitan habitualmente recursos de fisioterapia, logopedia, apoyos educativos y terapia para ganar en autonomía y reducir los síntomas de su discapacidad.

La mitad de las personas con parálisis cerebral tiene discapacidad intelectual. El 33% necesita asistencia en sus desplazamientos y el 25% requiere sistemas auxiliares de comunicación.


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